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Un verano saludable pasa por planificar bien el viaje, protegerse del sol, hidratarse bien y disponer de un buen botiquín

El verano es tiempo de viajes y desplazamientos. Las vacaciones en esta época del año disponen para la relajación pero eso no debe conllevar descuidar las medidas preventivas si se quiere mantener una buena salud en estos meses y disfrutar del periodo estival a pleno rendimiento.
 
Para evitar sustos es importante tener en cuenta algunas recomendaciones, la primera de las cuales es planificar bien el viaje que se vaya a llevar a cabo. El primer paso para ello sería acudir a los servicios de Sanidad Exterior en el caso de que se vaya a viajar al extranjero, especialmente a lugares exóticos que requieran unas condiciones especiales de vacunación.  En los viajes largos en avión, para evitar los efectos del jet-lag, es importante tratar de descansar antes del viaje y durante el vuelo, beber mucha agua y evitar la cafeína y el alcohol, así como las comidas copiosas.  Asimismo, si se es enfermo crónico conviene solicitar al médico un informe acerca de la enfermedad que se padezca.  
 
A partir de ahí, siempre es bueno cuidar en los destinos exóticos las medidas higiénicas con los alimentos y el agua para evitar la conocida como diarrea del viajero, que aparece por ingerir alimentos o aguas que contienen bacterias, virus o parásitos nocivos para el organismo. Las principales precauciones que hay que tener pasan por no beber agua de grifo, no consumir productos lácteos sin pasteurizar, no comer frutas o verduras sin pelar, no comer carne ni pescado crudos y evitar los alimentos de los puestos ambulantes.
 
Asimismo, en todo viaje es recomendable llevar un botiquín completo que contenga, entre otras cosas, suero fisiológico, antisépticos/desinfectantes, gasas y esparadrapo, tiritas, pinzas, termómetro y productos para las necesidades previsibles en función del destino (analgésicos, protectores solares, medicamentos para mareos y medicación para enfermedades previas, medicación antipalúdica, antidiarreicos, etc.). El farmacéutico comunitario puede aconsejar para una confección adecuada de ese botiquín en función del lugar de destino escogido y de los días que vaya a durar el viaje.
 
En el botiquín también conviene llevar repelentes para insectos. Las picaduras de mosquitos, avispas, etc. son más frecuentes en verano y para evitarlas, además del uso de un buen repelente (es recomendable la consulta al farmacéutico comunitario para conocer el producto más adecuado en cada caso) es muy útil portar ropa de algodón, que cubra la mayor parte del cuerpo y que no sea de colores estridentes. Además, hay que evitar la aplicación de perfumes o cosméticos, al tratarse de sustancias que atraen a los insectos. En caso de sufrir picaduras, el primer paso para evitar infecciones es no rascarse y tratar las picaduras con una solución de calamina, una solución cutánea con amoniaco o una crema antiinflamatoria con corticoides, si bien el uso de estos remedios debe ser evaluado caso a caso, además de evitarse en niños menores de dos años. En el caso de que se produzca una reacción alérgica grave por una picadura hay que acudir a urgencias.
 
Otra de las medidas preventivas fundamentales en verano es protegerse de la radicación solar. Para evitar los efectos nocivos del exceso de la exposición solar conviene seguir las siguientes recomendaciones:
 
  • Tomar el sol de forma progresiva y en movimiento, evitando las horas centrales del día (de 12 a 16 horas).
  • Usar protectores solares (conviene consultar al farmacéutico), aplicarlos 30 minutos antes de la exposición al sol y renovar su aplicación a menudo y es recomendable no utilizar un protector solar de años pasados si no se está seguro de su caducidad o si no se ha conservado en buenas condiciones.
  • No exponer de forma directa al sol a los niños menores de tres años.
  • Usar también protección física (camisetas, gorras, gafas, etc.).
  • Y si se advierte que una peca o un lunar cambia de forma, tamaño o color hay que consultar al dermatólogo.
 
Para evitar golpes de calor y el riesgo de deshidratación hay que beber antes de tener la sensación de sed y hacerlo en una cantidad de, al menos, 2,5 litros de líquido al día (no se debe sustituir el agua por bebidas que contengan cafeína o alcohol). De hecho, se debe empezar y terminar el día bebiendo agua, ya que el cuerpo humano también pierde líquidos mientras duerme y los ancianos deben tener especial cuidado, pues tienen los mecanismos de sed deteriorados lo que les impide sentir la necesidad de beber y facilita que puedan tener más riesgo de deshidratación.
 
Por último, al regresar de un viaje es conveniente acudir al médico tan pronto sea posible en el caso de que se presente algún síntoma que afecte a la salud como fiebre, diarrea, vómitos, etc. aunque este pueda considerarse leve para descartar alguna complicación.